miércoles, 9 de junio de 2010

Quique Burger

ADVERTENCIA: este post tiene alto contenido nostálgico que a la mayoría de los lectores les vale madre, pero es algo que quería externar

Quique Burger es un puestecito donde venden así comida en el casco de Sto. Tomás al cual iba mucho cuando niño. Comía hamburguesas, cuernitos y jugos de naranja en unas copas gigantes al por mayor (caray, ahora recuerdo porqué era tan obeso). Por obviedad, el tipo que atendía se llama Quique y era un señor muy buena onda, al cual siempre le tuve mucho respeto y admiraba su trabajo, ya que estaban entre las 3 hamburguesas más ricas que he probado en la vida (incluso a la fecha), y eso a los 10 años es algo de verdad impresionante.

Las comida era caserilla: compraba la carne de las hamburguesas en el rastro de ferrería y él mismo las hacía, los cuernitos llevaban jamón, mortadela y lo que quisieras, le podías poner ingredientes extra (el salami y piña eran mis favoritos), le ponía una especie de aderezo hecho de queso delicioso, en fin, era un changarro de comida rápida común y corriente, pero esas eran LAS hamburguesas.

Desde la primaria y secundaria a mi hermano y a mí nos gustaba mucho ir a comer ahí, sin embargo cuando iba creo en segundo de secundaria Quique dejó de ir por alguna extraña razón. Mi mamá siempre me dijo que se había metido en la política o algo así, no supe a qué se refería y nunca quise averiguarlo, pero el chiste es que ya no iba, y pues se le fue el encanto a esas hamburguesas. El puesto seguía ahí, con otro tipo que atendía, la comida tenía casi el mismo sabor e incluso había más variedad de ingredientes extras que antes, pero había "algo" que faltaba. Aún iba ocasionalmente hasta que terminé la vocacional, pero ya no con el mismo entusiasmo de antes (incluso un día desayuné ahí con @qEniiz), hasta que olvidé por completo eso y me moví a otros expendios de garnachas.

Hoy volví a ir. El changarro sigue igual que antes, pero algo cambió: Quique estaba ahí. Ese gordito bonachón que me preparaba mi comida favorita de niñez estaba ahí limpiando si parrilla, y me emocioné. Ciertamente esperaba un reencuentro un poco más emotivo, como preguntarme qué había sido de mí o algo que me dijera que se acordaba de mí. Sólo fue un "cómo estás?" como si me hubiese visto ayer, pero con una cara de sorpresa, lo que me dice que tal vez sí me reconoció, y eso fue suficiente. Casi diez años habían pasado y aún conservaba el toque, y es que esa hamburguesa estaba deliciosa, como las de antes. La comí con singular alegría pagué y me despedí, y aunque Quique ahora es un señorón gordo y pelón, sigue infundiéndome el mismo cariño que antes, pues Quique Burger es Quique Burger